como un camaleón

por María de Noguera

Hay una cita de Chesterton que dice que cuando se deja de creer en Dios enseguida se cree en cualquier cosa. Este artículo no va de religión pero sí sobre las ideas a las que nos aferramos cuando parece que nos olvidamos de ésta. Ya se ha acabado el curso y haciendo memoria, una de las muchas cosas sobre las que he aprendido estos últimos meses es el  liberalismo. El otro día asistí a un evento en el que se habló de muchas cosas  (típico) y entre ellas, del liberalismo. Parece que el liberalismo me persigue. O quizás, ¿era yo quién lo perseguía? 

Sea como fuere, personalmente, el liberalismo me parecía algo sexy. Algo así como el típico que se lleva bien con todos, nunca tiene problemas porque no se mete demasiado en asuntos ajenos y se relaciona fácilmente con los desconocidos. Veía al liberalismo como la persona popular de la clase, que todo el mundo sabe su nombre pero nunca nadie tiene claro en qué anda ocupada. Y para mí, buena introvertida cotilla, esa era la mayor de mis aspiraciones.

Tras atravesar varias revueltas de índole social, en Europa se pone de moda el liberalismo a finales del siglo XIX. La sociedad buscaba un cambio, y esta se empieza a secularizar. Parecía que para ser moderno hay que dejar de creer en Dios. Y así, surgieron todas las filosofías que tan poco gusta que se estudien en bachillerato. Entre todo ese barullo y caos, el liberalismo empieza a destacar al ser  esa voz que abandera la libertad del ser humano como ser individual en la sociedad y que por ende, quién mejor que el ciudadano para ocuparse de si mismo.

Sin embargo, el liberalismo deja de lado al civil. Le da alas para que haga, actúe y piense cómo quiera mientras te impone leyes de a quién debes contratar en tu empresa. Te dicen que es para el bien común, que la sociedad necesita esas mejoras pero controlan y dictan hasta la última acción de tu día a día. No les interesa el individuo sino el conjunto. Sino por qué tantas normas estúpidas sobré qué coche comprar o qué led poner en tu salón.Se prioriza el bien común sobre las preferencias individuales. Se basa en el negocio del que quieran sacar provecho o que esté de moda. Ahora resulta que el precio de la luz está por las nubes por la guerra de Ucrania; que el COVID sólo existe en el metro pero en las discotecas ya no y mañana, qué excusa se inventarán. 

Esta sensación de falsa libertad nos da seguridad pero, el monstruo rojo opresor del comunismo se camufla ahora de verde bajo la bandera del ecologismo y o por el problema de turno. ¿No reciclas? Eres un negacionista del cambio climático. ¿No usas el lenguaje inclusivo? Eres un machista. ¿Le encuentras pegas a todas las nuevas leyes? Eres un retrógrado tradicionalista o demasiado progresista para el sistema. Es la esclavización del ser humano bajo ideologías donde todo lo que no está prohibido es obligatorio. Reducen al ser humano a un número más del conjunto. La materialización de la persona en el más estricto utilitarista. Si nadas a contracorriente, mueres electrocutado.

Las ideas impuestas bajo leyes y castigos pasan a ser dictámenes. La responsabilidad social corporativa no debe ser una obligación, más bien debería percibirse como una conducta ética natural sobre qué está bien y qué no. En el momento que impones cómo se debe actuar, el ser humano deja de pensar. Y así empiezas a actuar como una máquina, una oveja más del rebaño o un pez que nada con la corriente. 

El cerebro es un músculo más. Si se entrena, se hace más fuerte. Antes de hacer algo, pregúntate, ¿está bien esto? El liberalismo no tiene que ser considerado venenoso, pero tampoco el antídoto para todas las realidades. Todos en algún lugar de nosotros tenemos moral, algunos más intacta que otros y a veces, es cuestión de desenterrarla y empezar a entrenarla. Investiga por tu cuenta, escucha distintos puntos de vista, lee más allá de los titulares y con el tiempo, tú también serás capaz de sacar tus propias conclusiones de si algo es bueno, de por qué lo es y no tendrás necesidad de que así te lo imponga nadie porque no hay mayor éxito que el que viene guisado de casa propia. Dejarás de ser un camaleón que se camufla del color que más se lleve esa temporada y empezarás a ser el ave libre que vuela hacia donde más le convenga.

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