
Querida María,
Es otoño en París y no sé a dónde se ha ido todo el tiempo que teníamos. Acaba de empezar la etapa más agridulce de cualquier Erasmus, la despedida. No puedo escapar de la sensación de que estoy luchando una guerra contra el paso del tiempo. Y ya la he perdido. Dicen que gran parte del Erasmus son las historias de amor, ¿cuenta si te has enamorado de una ciudad?
No he terminado con París, aún tengo tanto que hacer, tanto que ver. París ya te echo de menos y aún ni me he ido. ¿Qué será de nosotras cuando me despierte en otra ciudad? No sé cómo gestionar que ya no habrá más chai lattes en Saint Pearl después de clase. O que echarse un café ya no serán seis pisos en ascensor sino seis horas en coche. No habrá más miércoles de Café Oz, palomitas de madrugada o comidas que se alargan hasta la merienda. ¿A quién le daré las buenas noches por mi ventana si no es a la Torre Eiffel?
Porque volver a casa es que la persiana ya esté bajada cuando llegas a tu cuarto, tu sabor favorito de yogur en la nevera y que por fin te reconozcas en el olor de tu ropa. Pero volver también es pasar las historias de instagram de tus amigos rápido porque ver a la ciudad que ha sido tu hogar duele más que ver a tu ex. Es darte cuenta de que en realidad te has acostumbrado a dormir con un poco de luz y que el yogur de la marca en un idioma que solo chapurreas te sabía especialmente rico. Porque el Erasmus es y siempre será nostalgia. Por lo que dejas cuando te vas y por lo que dejas cuando vuelves. Algunos días te despiertas en casa y otros ya no sabes cuál es.
No voy a volver a tener 20 años en Texas, ni 22 en París. Pero no pasa nada, aún me quedan muchos años que cumplir en muchas ciudades extranjeras. Y aunque no saber en que idioma se me cantará el siguiente cumpleaños feliz me aterroriza, me genera a su vez una euforia inabarcable. Me despido de todo a lo que le tengo apego, pero con la mente un poco mejor amueblada y con espacio para todo lo nuevo que me espera.
Para mí lo más duro de ser expatriado es lo mucho que se echa de menos las ciudades que se dejan atrás. Con una persona puedes hablar por teléfono, decirle lo mucho que la echas en falta. Pero París no sabrá jamás lo mucho que la voy a pensar.
Voy dejando muchos hogares en distintos husos horarios y en lugar de verlo desde la nostalgia hay que entenderlo desde el cariño. Agradezco a cada ciudad todas las experiencias que me ha dado, pero aferrarse al pasado no tiene sentido. Ha llegado el momento de irse cuando aún me lo estoy pasando bien. Hay que mirar hacia delante, hacia nuevos destinos y momentos. Porque esos no se los debemos a ninguna capital, los llevamos con nosotras en la maleta ahí donde vamos. Y total a una ciudad se le puede escribir una carta de amor en cualquier momento. Quizás esta es la primera de muchas. Te he mentido María, esta carta en realidad no es para ti.
París, puede que no hayas sido mi primer amor, pero el nuestro será uno de esos romances que pasan a la historia. Porque los amores jóvenes son los más intensos y los más tiernos. He sido muy feliz estos cuatro meses. Nos vemos pronto, cuando un par de ciudades nuevas me hayan roto el corazón y dado nuevas vidas.
À bientôt,
Clara