
Tengo una pequeña fijación y es la política americana. Tal es mi admiración, que cuando me puse a ver las asignaturas que podía convalidar por Estudios Regionales de Estados Unidos, no sabía como escoger entre una y otra. Al final, gracias a que la pandemia cambiase muchas clases a modalidad online, me decidí por “El dinero en la política de EEUU” (la única clase presencial que me cuadraba en horario). Así que sí, este artículo va sobre el caos que es la financiación de las campañas electorales en Estados Unidos.
Tengo una pregunta, tú como individuo, ¿cuánto dinero te has gastado a lo largo de tu vida en unas elecciones? Probablemente entre cero y nada, ¿verdad?
En Estados Unidos un ciudadano puede contribuir a un partido político, más de $800 al año. Tal es el gasto medio electoral que se tuvieron que establecer límites a las contribuciones y a los gastos para y de los candidatos. Las elecciones en EEUU son una industria que mueve millones de dólares de financiación privada.
Así en términos generales, las leyes que regulan la financiación electoral dicen que:
- El límite individual para hacer contribuciones a un candidato es de $2,800
- Los gastos independientes se utilizan únicamente para comunicación política y son ilimitados
- Las contribuciones corporativas están prohibidas a nivel nacional
Pretendo escribir más artículos sobre este tema, ya que 100 páginas de apuntes no se pueden resumir en 500 palabras, pero el sistema de regulación de financiación electoral estadounidense está igual de anticuado que su constitución.
Para empezar, la institución que se encarga de aplicación de la Ley de Campaña Electoral Federal es la Comisión Electoral Federal, la cual ha pasado de ser “disfuncional a no funcional”. Esta comisión necesita un quórum de al menos 4 miembros para votar cualquier reforma o aplicar el cumplimiento y ejecución de la ley. A día de hoy la comisión está formada por 3 miembros. ¿Por qué el Presidente no nombra un nuevo miembro? Porque a nadie le interesa tener una institución que regule realmente el dinero que se mueve en las campañas electorales. Conclusión: el único órgano que puede arreglar el sistema no tiene suficientes miembros para hacer absolutamente nada.
Volviendo un poco a los tres puntos que resumen las leyes, los límites individuales son un chiste. El limite de contribuciones por persona son $2800 solo a nivel teórico. Un individuo puede dar a una campaña hasta $159,800 divididos en contribuciones al candidato, a los Comités de Acción Política que hacen gastos independientes, a los partidos locales, estatales y nacionales, y a las cuentas adicionales del comité nacional del partido. Estos límites eran supuestamente acumulados en un periodo de dos años, pero el Tribunal Supremo los quita en 2014. Bajo el pretexto de que la regulación a las contribuciones individuales choca frontalmente con la Primera Enmienda de la Constitución Americana, que protege los derechos a la libertad de expresión. Vamos que existen aproximadamente 2800 formas de superar el límite de donaciones individual. Si quieres donar más puedes hacerlo y eso es solo considerando las vías legales dentro del sistema.
La recurrencia de los cambios de ley por la necesidad de proteger la primera enmienda es pasmosa. El hecho de que no haya límites en los gastos independientes (gastos que el candidato y el partido no aprueba, son acciones individuales e independientes) es otra vez el resultado de la necesidad americana por abanderar la libertad de expresión. Este cambio de ley se da en 2010 tras el caso de Citizens United.
Ya el último punto es realmente el más frustrante de todos. Los límites en los gastos corporativos están prohibidos a nivel nacional, pero nadie obliga a estados como Alabama, Nebraska, Oregon, Utah, y Virginia a tener limitaciones en los gastos corporativos a nivel estatal.
Así, uno de los problemas más grandes de la Ley de Campaña Electoral Federal es que todas las restricciones y limitaciones son a nivel nacional. Cada estado decide qué leyes implementa y cuales no en referencia a las elecciones estatales o locales.
El mero hecho de que exista una asignatura cuatrimestral entera dedicada a desentrañar el enmarañado sistema de financiación, ya debería de haberme dado la pista sobre su verdadera complejidad.
Quizás la lección más útil que se puede sacar de este breve texto es que el sistema de financiación de las campañas electorales es una farsa. No es más que una serie de normas que finge que todo está regulado y que funciona. Cuando en la realidad no es más que una ristra de lagunas que se pueden explotar si así se desea. Esto es un resumen limitado y superficial sobre la financiación electoral estadounidense, pero si te he intrigado lo suficiente, te recomiendo que veas la miniserie de “El poder del voto en pocas palabras” en Netflix.