Por María de Noguera

Hace ya un tiempo, en el cole celebramos el día mundial contra el cáncer de mama. Recuerdo ese día con especial cariño porque se nos dio la oportunidad de cortarnos el pelo. Por aquel entonces yo era una chica de 16 años para la que su media melena morena era gran parte de su personalidad. Así que cuando llegó el día yo no tenía pensado donar mi pelo, pero aquella mañana en el salón de actos junto a una de mis mejores amigas de aquel entonces, algo nos removió. Recuerdo perfectamente ver a las chicas que se habían decidido y sus sonrisas cuando pasaban por el tijeretazo. Una llamada a mi madre más tarde para pedir permiso y la siguiente era yo.
Mi gesto fue por pura euforia del momento. No pensé en el por qué. Aquella misma tarde, pasamos por casa de mis abuelos a merendar. En ese momento mi abuela estaba en tratamiento por un cáncer de mama y todavía recuerdo la emoción en sus ojos al escribir estas líneas. Confieso que no lo hice por ella pero me di cuenta de que mi gesto era mucho más que un simple cambio de look.
“El pelo crece”. Es la frase que te suelta cualquier peluquera después de un mal corte de pelo, pero si algo se está demostrando ahora mismo, es que el pelo es mucho más que los millones de filamentos que tenemos en la cabeza. El pelo forma parte de nuestra identidad. La María de 4º de la ESO lo sabía y hoy, todas las valientes iraníes también.
No quisiera comparar mi look champi con la gesta de estas mujeres, pero ay del que se ría de ellas. Desde aquí aseguro que no hay gesto más revolucionario que una mujer con unas tijeras en la mano.
Todo empezó hace unas semanas cuando se dio la noticia de que Mahsa Mini fue asesinada por la policía de la moral por no llevar bien puesto el velo. La muerte de la joven de 22 años provocó una oleada de protestas. Mujeres de todo el país han salido a la calle y una frondosa marea de melenas invadió las calles de la capital. Desde entonces, han sido muchas las detenciones que se han producido, y cortarse el pelo está siendo el símbolo de esta revolución.
El otro día me apareció un tiktok que reconozco ha sido la inspiración de este artículo. En el vídeo aparecía una joven cortándose el pelo sobre la tumba de su hermana fallecida en los altercados. La fuerza con la que soltaba los mechones de pelo sobre el ataúd de su hermana, me conmovieron. Entre llantos y gritos, se estaba desahogando.
El hecho de llevar velo siempre será polémico. Por creencias religiosas, unos lo defenderán; por ignorancia o “modernidad”, otros lo criticarán. El problema viene cuando la obligación de portar una vestimenta que cubra parte de tu cuerpo se politiza. Como cualquier otra práctica religiosa, cubrirse el pelo, sólo tiene sentido cuando se hace por devoción. En el momento que se hace por imposición, se trata de un instrumento de coerción y control. En Irán, llevar velo no es cuestión de religión, es cuestión de política y peor aún, de anulación.
Lucir una buena melena requiere tiempo y esfuerzo. Hay que desenredarla y mimarla, cuidar bien de ella. Si nada más salir de la ducha, te recoges el pelo en un moño, el pelo acaba por pudrirse. Con los ciudadanos pasa lo mismo. Hay que cuidar de ellos, sino llega un punto en que cada pelo de la sociedad está tan deformado por la presión de la goma elástica que no queda más remedio que cortar.
Quien tenga una buena cabellera bien sabrá que cortarse el pelo no es una decisión que se tome a la ligera. Parece algo superficial, pero cortar por lo sano es liberador. Estas mujeres están cortando sus cadenas. Irán ha dicho basta a un régimen que lleva décadas subyugando y lapidando a todo infiel. La mecha ha prendido e igual que te sientes invencible cuando sales de la peluquería, estas mujeres son imparables.