
Para muchos, el trayecto en tren Las Matas-Chamartín dura el tiempo justo para aprovechar y avanzar con trabajos o lecturas. Para mí, duraba un capítulo de Fleabag. Y es que cuando te ves ante la elección de leer a Kirpatrick o hacer caso a Clara, siempre haz caso a Clara

Ahora que nuestra vida se ha dividido en pre y post confinamiento, Fleabag será siempre la última serie antes de la pandemia. La última serie del trayecto Las Matas-Chamartín en mucho tiempo. Y aunque me la vi en el tren por la conveniencia de su duración, no puedo evitar volver una y otra vez. Porque Fleabag es una obra de arte que debe ser apreciada.
Es una serie que habla de tantas cosas, que no importa en qué momento de tu vida la veas, siempre te vas a sentir identificada. No solo con Phoebe Waller-Bridge (protagonista y escritora), sino con cualquiera de los personajes, la mayoría sin nombre, que son las caricaturas de sentimientos y momentos de la vida adulta más exagerados y realistas que he visto. Fleabag entremezcla la solemnidad del duelo y la religión, acompañados de perennes coros griegos, con la informalidad del sexo y disputas familiares al tempo de rock.
Siempre te sientes identificada, pero cada vez que la ves es una serie diferente. Es una serie que, por encima de todo, es humana. Cuando te la ves es imposible no proyectar tus propias experiencias, es imposible no encontrar similitudes entre las situaciones que vive Fleabag y las que vive una. La primera vez que me la vi en ese tren y como me afectó, no tiene nada que ver con qué sentí cuando me la vi por segunda vez. Cada vez que la ves, eres una persona diferente y lo que te llevas es algo distinto también.

Ambas temporadas son actuaciones estelares, un guión brillante y contraste. Asombrosamente consiguiendo poner una visión cómica a todos y cada uno de los temas que trata (que son de todo menos graciosos). Irreverente sin ser gráfica y con un formato tan peculiar como para construirse una identidad propia; Fleabag deja huella en todo aquel que le da una oportunidad.
Desde que la vi esa primera vez la he visto religiosamente, tratando de traer a más gente a mi obsesión obscura. He visto video-ensayos que diseccionan cada toma, entrevistas con la directora musical examinando cada una de las escenas, leído el guión y visto la obra original en la que se basó la serie. Así que sí, pienso en Fleabag más que en mi ex, no me escondo. No pretendo explicar por qué Fleabag funciona a tantos niveles como lo hace, para eso necesitaría muchas más palabras (ya llegarán más, no hay prisa, que tengo toda una revista). Pero si en la nueva normalidad estás buscando una nueva obsesión solo tengo una propuesta: Fleabag.
-chasco
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