
Nadie consideraría beber una bebida radioactiva, en el sentido más literal de la palabra, del siglo XX o utilizar uno de los jarabes que contenían heroína por sus propiedades medicinales. No creo que haya ningún adolescente en nuestro país dispuesto a considerarlo, por muy atractiva que le pareciese la idea de rebelarse y esa fuese la manera más sencilla. La lista de ejemplos de productos que consumíamos por sus supuestos beneficios y que fueron retirados cuando se demostraron sus efectos negativos es pasmosa; pero de alguna manera este proceso no ha pasado con el tabaco.
El tabaco ha estado presente en nuestra sociedad desde su introducción hace más de cinco siglos. Su imagen y efectos han cambiado bruscamente múltiples veces. Ahora bien, desde principios del siglo XX existe la noción de que el tabaco es nocivo para la salud. Desde entonces el consumo de tabaco se ha ido reduciendo, pero de manera muy gradual. Lo lógico sería que su consumo se hubiese vuelto ínfimo o que hubiese desaparecido, como con otros productos similares.
Cada año hay nuevos fumadores que se suben a la barca de Caronte sin pensárselo dos veces. Aunque al principio del siglo el número de fumadores adultos se redujo considerablemente actualmente aún más de 34 millones de adultos fuman. Tantos millones son demasiados cómo ser solo porque fumar es un acto social o para no saltarse la dieta. Es chocante no ver una bajada dramática cada año sobre todo porque el tabaco no tiene ningún beneficio.
Es fácil comprender el abuso de alcohol, que se está volviendo cada vez más prominente, si consideras su carácter atractivo como desinhibidor. Pero ¿qué aliciente tiene ahora un joven para empezar a fumar? En principio, ninguno más allá de retratarse de una determinada manera o dejarse llevar por la presión de grupo. Aún así, eso no termina de explicar por qué generaciones enteras, cada vez más preocupadas por su salud, ven como tolerable un hábito que la destroza.
El problema es que la creciente preocupación por la salud, acompañada por investigaciones de los efectos de cualquier hábito de consumo que se te ocurra; han avillanado todo. El hecho de que haya una revalorización de la salud al final ha potenciado ese análisis de todo lo que hacemos y consumimos. El resultado ha sido la aparición de informes que analizan prácticamente cualquier comportamiento, cualquier alimento o cualquier medicación que explica las mil maneras en las que es nocivo para nuestra salud. No es que pase solo con lo cuestionable que generaba las dudas suficientes como para investigarlo. Es que realmente la mayoría de los objetos a nuestro alrededor ahora mismo, según algún estudio, provocan cáncer.
Cuando todo, incluso lo que debería ser innegablemente bueno te hace daño, lo que te daña innegablemente pierde impacto. Si hasta comer verduras puede ser dañino, ya nada lo parece. Se está diluyendo el efecto negativo del tabaco porque cuando lees los efectos espeluznantes de la modificación genética del maíz, la lista de productos que utilizas que contienen carcinógenos demostrados o las posibilidades de que tu móvil te deje estéril, el terrible monstruo que es el tabaco ya no da tanto miedo.
-chasco